16 sept 2008

Armas, silencios y absurdos

A ratos, quisiera encontrar un arma y meterle un par de tiros al perro del vecino para ver si de alguna forma se calla y me deja pensar; pensar que mañana volveremos a tener otra razón para conseguir un arma  y meterle un par de tiros al dueño del perro por venir a quejarse de que su inutil perro no hacia nada de que ahora le debo algo de dinero, porque supuestamente era de marca al menos, sé; que si me deshago de mi vecino, no me costará nada porque el cabrón, no es de ninguna marca y yo lamentaré que no tengo quien me estorbe; la bendita soledad otra vez, se asomará a mi puerta pidiendome explicaciones.

Antes, me reclamába mucho sobre porque empezaría a llorar junto al muro sino pasaba nada que no pudiese solucionar, aunque sea una media de algo me lo quitaria de encima e ignorariamos que todo lo que está alrededor es pura pantomima. Pero ahora lo siento diferente, miro de frente a todo lo que me rodea y ya no tiene esa especie de vacio que me consumía; una tras noche y una tras día para que no haya molestias despues. En todo caso, puede acudir a su médico de confianza o pedirle a su enfermera que le saque una amigdala con su lengua para que exprima la decidia que adquirio en esto que llaman vida.

Descrubrí que soy un feliz alcoholico y me embriago con cada pequeña estupidez que tengo de frente, siempre quice ser el muchacho que tenga la oportunidad de emprender una gran estrategia de algo y logré ser completamente feliz con un par de hijos, un perro lanudo y una esposa que sirva caliente la comida mientras, brilla todo lo que nos rodea. Sencillamente cumplir el espacio paralelo del trabajo y nunca haber tenido un deseo impune debajo de una minifalda. Realmente escribir es parte de mi resaca, parte endeble de mis desacatos de autoridad y cuando sencillamente aceptamos la verdad, no queda otra que sentarnos a mirar los fuegos artificiales que encendimos al intentar un juego con un par de fosforos escondidos tras la tribuna de un escenario deportivo. 

Me preparó un té, me sentaré como cualquier holgazán sobre mi sillón acartonado color naranja, mastico mi inconciencia y pido un descanso obio, no pido dormir; es silenciar esta vocesita que me está consumiendo, me retrae y me hace imaginar el peor desastre mientras conduzco a casa; quizás lanzarle el auto a alguien pueda ayudarme a despojarme de toda está ira, romperle la cara de tal manera que ni su madre le reconosca, si es que tiene una; claro está. Como siempre yo y mi paciencia somos únicos en todo detalle, somos un caso crónico. 

Murmullos, escucho murmullos; es el extracto del remanente de conciencia que tengo dentro, al parecer no todo ha sido perdido; emergen como de la nada la brusca necesidad de volver a repetir el hecho, de tomar sus manos y saltar al vacio, de apostar el encuentro y sentirme libre ante tanta desesperación de tenerla en todas partes; no me proveo de fotos cuando la urgencía es tan grande, se de un error que he cometido pero no lamento haberme subido las mangas de la camisa para no ensuciarmelas, no me gusta tanto establecerme con sangre que no fuese mia menos la suya, porque todo llega en cierta forma a corrompernos, su cabello y la dimension que provocaba el fondo de su mirada, ingenuamente caí tantas veces en el mismo desastre e inutilmente trate de reparar el daño quizás ya sea muy tarde, no entiendo como los transeuntes pudieron verlo todo sin siquiera mirar tras de sí, que sus vidas también corrian peligro. 

Bueno, creo que es suficiente pensar en hacer daño, para no tratar de hacermelo.

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