3 ene 2008

En la hora en que estamos…

¿Quien sabe que es realmente la soledad?

El extenuante vacio, que declamamos frente a nuestros destinos, que reclama sus derechos; Donde somos la sutil melancolía, causa de nuestra ebriedad para desconocerla e inventarle pretextos para hablar de ella. Ahora cuando un teléfono no suena, cuando un café se enfría y no somos lo suficientemente capaces de demostrarnos que no los escuchamos. Se cuecen las horas que vivimos absorbiéndolas sin una verdadera razón o con un motivo por demás marcado.

Cronogramas de actividades frustrantes, el trazar de un despertar no deseado y como bono no tener las respuestas adecuadas; La soledad que me asusta y que no le busco un nombre exacto por intentar de nuevo, desaparecerla entre lo que escribo y que no concibo como una realidad. Aquí es donde el tiempo debe transcurrir despacio, me pregunto tomándome la barbilla, porque se convierte en espera acida el redescubrimiento del compartir sagrado que me he otorgado tantas veces con quienes pertenecieron de alguna forma a mi pasado y ahora son espectros que reanimo en mi closet para volver a sentir su olor.

De aquellos espectros que han convivido más noches que les había pedido su discreción absoluta, que no me desgasten con más interrogantes que por más que hoy en día quieran hallarme, encontré un repelente tan fuerte que me hizo olvidarme de mis recuerdos, de los que fueron alegres, impertinentes y algunos de ellos hasta forzados. Que no los pienso maximizar y menos armarlos en una constitución de mi propio banalidad de existencia, un latido contra un esbozo de vagancia. Su tiempo se acabo es momento de dedicarnos a vivir lo que me había perdido, por reconocerlos y darles espacio, el closet esta lleno.

Tratando de mitigar el hambre que me producía con analgésicos meramente orgánicos, poco específicos para mi dolor latente, podríamos considerarlo como un dolor es lo adyacente a mi ultima interpretación; una búsqueda por dejarlo de considerar algo superficial de mi textura para no comprometerme más en el problema en el que tanto busco en otras circunstancias encontrarle solución, al menos darle un nombre propio uno para el cual reclamarlo, aun así pocas son las verdaderas ideas que acometen mis respuestas y entre estas es mejor darles un respiro. Sino logro darle un nombre propio y tampoco quiero envenenarme más, entonces que se supone que deberíamos hacer para sencillamente dejarlo en un espacio distinto y no se presente una tras otra vez, cuando le da la gana de existir en nosotros y no nos hacemos el favor de no permitirle el paso, continuar adelante y terminar el trabajo que íbamos realizando, muy distinto a toda esa cantidad de recurrentes emociones que hacen que todo se vea más complicado de lo normal.

Considerando tanta tecnología que nos rodea con la más fácil forma de utilizarla, cosa de tontos no hacerla presente en nuestra vida y como nos roba los detalles íntimos de una conversación asociativa, esos descansos traslucidos de “darse el trabajo” para ser entendidos de una manera correcta, un mensaje que no acude a ser más que un reflejo de lo tanto que requerimos expresarnos y la constante de esperar una respuesta adecuada cuando no vemos sus ojos, cuando no sentimos su olor y lo mas miserable de ello, no sentimos el tono de su voz. Lo replico tantas veces, que me fastidia tanto los medios ahora convencionales para hacerlo, esas imposibilidades que supuestamente lograríamos con el uso de esta pero que a la vez te transforma en un ente que no mueve más que un tercio de cuerpo para supuestamente realizar un detalle, que absurdo hablarle a una máquina, cuando lo que deseo es hablarle a quien hace mi vida, un encanto, un delirio, que le coloca ese color que pocas veces se ve en mi por espontaneidad.

- Dame 10 minutos que ya regreso – Mientras tanto que se te ocurra hacer, mientras lo haces, es fácil considerar que puede ser una vida y que esta no esta enmarcada en un tablero de ajedrez.

Nos volvemos autómatas para decir hasta los últimos suspiros de la noche y la conexión que traemos con el otro, sobrepone la verdadera razón de realizarlo. Muchas de las veces he llegado a pensar que la calurosa bienvenida que me ofrece la soledad que traigo encima es más bien de procedimiento ante la espera, aquella que me dice que algo bueno llegara a pesar de todo, que das ese pedacito de felicidad que tanto ansiaba que menos lo saboreo cuando solo es un pedacito y no lo complejo que puede ser el atún que tanto buscamos para comérnoslo. Ahora que quisiera dejarla de lado o buscarle una mejor eficiencia a esta, ahora que quiero un detalle y no me llega la conexión para revisar, admitir que estás presente y que en verdad hay ese amor que lo idealizamos, le buscamos un procedente y ya no una alternativa de vida.

En donde queremos colocar a modo de juicio que la necesidad de sociabilizar con demás personas, es abducida no por el hecho de sentir una compañía explicita sino más bien llenar el espacio de la necesidad que estoy reclamándome desde hace algún tiempo, esta que muchas de las ocasiones a sido confundida con amistad o amor incondicional. Cuando gritamos en las noches la brusca angustia de no ser escuchados, de permanecer transparentes ante un mundo demasiado frío, este que no nos produce ninguna sensación y menos la facultad de dejarnos un recuerdo más que ser descritos sin una antelación, aun así pregunto si esto puede ser llenado de alguna forma o le damos muchos argumentos lo suficientemente fuertes para no considerar gritarlo sino más bien darle un provecho donde sea llenado este caldero con mágicas pociones de realidad y de conformidad de que habrá un tiempo donde si sentiremos, tal vez eso siento cuando permanezco con ella, en donde se convierte en alguien irremplazable; ahora que conocemos que no existe nada idéntico o igual de alguna forma, mas en lo básico e instintivo que aun así su esencia es de distintas proporciones y mientras más tratamos de minimizarla se hace más presente en los pequeños trayectos diarios, de los dichos que son intrínsecos a la verdad que concibo a su lado y que no colocamos un sitio preferente cuando ella parte y esta soledad que le doy un concepto que se queda guardada en los sitios donde no la encuentro.

Entonces gozó de su soledad, saboreó su soledad y pensó muy buenas cosas durante horas enteras. Así habló Zaratustra.

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